Hoy día 26 de abril del 2016 se «celebra» el 30º aniversario de la catástrofe de Chernóbil, la primera fusión de un núcleo en una central nuclear, poniendo fin al sueño de la energía limpia.
El día 26 de abril del 1986, a las 2 de madrugada, se producía la fusión del núcleo de la central nuclear de Chernóbil, provocando la mayor emisión a la atmósfera de radioactividad, superando la de cualquier bomba nuclear. A partir de ese momento, y bajo la total ocultación por parte del gobierno soviético, miles de personas, los denominados «liquidadores», se pusieron a trabajar para ocultar el accidente nuclear y para lanzar al interior de la central el material radioactivo que se había expulsado al exterior. Con trajes de plomo y por periodos cortos de tiempo, fueron expuestos a la radiación, ambos intentos fueron insuficientes para evitar la intoxicación y la muerte de mucho de ellos.
De los 600.000 liquidadores que participaron en las tareas de extinción del incendio, de la recogida de material radiológico, de los intentos por minimizar las emisiones, de los constructores del sarcófago, y del personal que estuvo en contacto con personas irradiadas, sólo 210.000 continúan con vida 30 años después de la catástrofe. Todos ellos continúan sufriendo las consecuencias de sus altas dosis de radiación: leucémia, cáncer de tiroides, malformaciones, problemas cardiovasculares, desórden digestivo, problemas nerviosos, y así hasta más de 30 enfermedades asociadas a la radiación.
Pero también la población civil, pese a no participar en las tareas de extinción, han sido víctimas de la radiación. Las autoridades no dieron la alerta hasta las 36 horas siguientes a la explosión, un día y 11h después del accidente nuclear, que fueron evacuados de la zona de exclusión. 30 años después, aún sigue sin ser una zona segura para vivir, pese a que algunos vecinos han decidido regresar a lo que un día fueron sus hogares.
Pese a que el accidente abrió la puerta a la sociedad y dejó ver que la energía nuclear no era todo lo segura que se ha vendido durante muchos años, siempre se ha achacado las culpas al bajo mantenimiento llevado a cabo por las autoridades soviéticas y por la obsolescencia de los equipos de la central. Fue un buen intento por limpiar la imagen de las centrales nucleares. Pero el 11 de marzo del 2011, en Japón, cuna de la tecnología punta, un nuevo accidente nuclear volvió a provocar el terror y la muerte por radiación. En este segundo accidente queda patente que no es únicamente una cuestión tecnológica y de mantenimiento, sinó que la energía nuclear es un peligro constante para la sociedad civil y el medioambiente.
Y somos nosotros como sociedad y como consumidores, que tenemos el poder de apagar todas las centrales nucleares y pedir el cese de su actividad. Con nuestras decisiones de compra, algo tan fácil como cambiar de comercializadora y apostar por aquellas que nos ofrecen energía verde, 100% procedente de fuentes renovables. Y si buscas, incluso te supondrá un ahorro en tu coste energético.
Es por ello que ConConsciencia nos sumamos a la campaña «Desenchufa» que están llevando a cabo organizaciones ecologistas y comercializadoras de energía limpia para cambiar nuestros hábitos de consumo y desenchufarnos de las energías contaminantes y radioactivas. Busca aquella comercializadora que más encaje con tu perfil y conéctacte ala energía limpia (nosotros trabajamos con SomEnergía y estamos muy satisfechos con el cambio, anímate).
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Deseamos desde ConConsciencia no tener que volver a escribir sobre un accidente nuclear, y sí sobre el fin del uso de la energía nuclear en nuestro mix eléctrico.
¡Hasta pronto!
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Mario Mata
www.conconsciencia.com