Este año 2014 el Parlamento Europeo ha decidido dedicarlo a luchar contra el derroche alimentario. Según los datos de la FAO, este derroche se cifra en un tercio de la producción: 1 de cada 3 alimentos producidos se deshecha una vez ha sido producido o elaborado, ¿no es aberrante esta cifra?
Es por datos como estos que el parlamento ha decidido dedicar este nuevo año a luchar contra este derroche innecesario y reducir al máximo los residuos alimentarios. Para ello se quiere presionar a los actores sociales y económicos para que dejen de eliminar aquellos alimentos, sobre todo frescos, que por su aspecto consideran no son lo suficientemente atractivos a la vista como para exponerlos en el lineal de los supermercados. Nuestra sociedad valora más el aspecto físico de los productos que no su calidad. A caso alguien conoce algún árbol frutal cuyos frutos sean todos idénticos y bonitos? Los que hemos tenido la suerte de criarnos, y vivir, en el campo, sabemos apreciar que la calidad de una fruta no radica en su belleza, si no en su calidad y en la forma en que ha sido cultivada.
Para seguir con datos escalofriantes, anualmente se deshechan 1.300 millones de toneladas de alimentos, lo que en cifras económicas suponen 565.ooo millones de euros al año. Lo peor de todo no es la «pérdida» económica, que debería de entenderse más como una pérdida de beneficios, si no que más de 1.000 millones de personas en el mundo sufre de hambre.
En el año 2011, a raíz de una serie de estudios llevados a cabo por diferentes organizaciones, la Unión Europea decidió derogar unas normas comunitarias que prohibían la venta de productos que no cumplieran con ciertas normas de medida y de «belleza visual». Este fue un primer paso para luchar contra el derroche productivo, pero a día de hoy, y pese al cese de esas normativas, los supermercados y productores siguen tirando a la basura esos millones de toneladas por culpa de su falta de belleza, sin considerar la calidad o el sabor de los mismos.
Pero no hemos de olvidar que los culpables finales somos nosotros, los consumidores, por negarnos a comprar esos productos que físicamente no nos atraen tanto, sin considerar su calidad. Si como consumidores empezamos a consumir estos productos, y hasta exigimos que estén en el lineal y no en el cubo de la basura, todos saldremos ganando: no sobreexplotaremos al medio ambiente, seremos más agradecidos con lo que nos aporta la naturaleza y los precios se verán reducidos. Y no sólo desde este punto de vista más egoísta, podemos forzar a los productores que, si deciden seguir con estas normas de belleza tan ineficientes, al menos donen esos excedentes a los diferentes bancos de alimentos u organizaciones de ayuda que con toda seguridad no harán ascos a esos productos que salvarán vidas de los necesitados.
Seamos conscientes del poder que como consumidores tenemos para cambiar las prácticas del sector. Valora la belleza interior de las cosas, no sólo la exterior, y esto lo podemos aplicar a las frutas y a las personas que nos rodean.
Un fuerte abrazo!!
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Mario
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